La belleza de lo más inexpugnable
Uno de los grandes tesoros que el viajero puede encontrar si visita esta localidad, además de su arquitectura popular, es la famosa Gruta de la Cruz, más conocida como las Cuevas de Catañar de Ibor, declarada Monumento Natural, con un misterioso lago interior y bellísimas formaciones calcáreas que conforman caprichosas siluetas inimaginables para el viajero de estalactitas y estalagmitas, un buen lugar para perderse y para descubrir con tranquilidad y curiosidad.
En la parte más elevada de la población se encuentra la Iglesia Parroquial de San Benito, que es el patrón de la localidad, y que está construida en mampostería a lo largo del siglo XVI.
En ella se guarda una colección de vestimentas religiosas de los siglos XVI al XVIII. El Rió Ibor, muy cercano, forma bellas piscinas naturales donde el viajero puede detenerse para disfrutar de sus aguas en los meses de verano. Desde el puente sobre este río, en la carretera que une este pueblo con la vecina localidad de Navalvillar de Ibor, se disfruta de unas estupendas vistas del bosque que trepa desde el cauce del río hasta lo más alto, intentando respirar y atrapar la luza de los rayos del sol extremeño.
BELLO HÁBITAT NATURAL
El olivar, el alcornoque, la encina, el castaño, el viñedo. Un entorno que se convierte en el mejor hábitat para animales como venados o jabalíes, que se transforman en piezas para los aficionados a la caza mayor. Según los lugareños más longevos de la zona, esta era una de las partes de España con mejor caza menor, situación que ha cambiado.
Entre otras cosas, también se comenta que antes había muchos lobos habitando por esta zona, bello y misterioso animal que ya casi ha desaparecido y del que quedan pocos ejemplares.
LOS MEJORES PRODUCTOS
Es de todos sabido que en el valle de los Ibores, feudo de rebaños y cabreros que elaboran artesanalmente el apreciado queso de los ibores, muy utilizado en los fogones de toda España para acompañar platos o comerlo solo, conserva aún las tradicionales casas de pizarra vista colocadas horizontalmente con techos y vigas de castaño, uno de los árboles autóctonos de la zona y que más belleza dan al paisaje.
En esta zona, el viajero puede también adquirir un extraordinario aceite que tiene muy baja acidez y deja un suave paladar. Y es que los olivares abundan en el término municipal de Castañar de Ibor, que están prácticamente diseminados aleatoriamente por las laderas y montes. Para comer, el viajero puede degustar en cualquier restaurante productos tan extraordinarios como la caldereta de cabrito, de cerdo o de animales de caza, las migas de la zona, el embutido de matanza o las sopas de tomate, siempre acompañados de un buen vino de pitarra.
En cuanto a la gastronomía dulcera, los más golosos encuentran un paraíso para su paladar en una lista interminables de dulces artesanales hechos por las mujeres como son los pestiños, las floretas, las perrunillas, las roscas, los bollos de chicharrones o los buñuelos, que encuentran su mejor aliado en un aguardiente tan puro que, además de quitar el frío en los crudos días de invierno, quita las penas.
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