La dehesa se seca en Mesas de Ibor
La 'seca' es desde hace unos años una de las principales amenazas de la dehesa en todo el suroeste peninsular. Es un mal endémico, pero está avanzando con especial virulencia en esta zona de Cáceres.
Aquí las afectadas se cuentan por cientos, por miles, según los vecinos de Mesas de Ibor, que consideran la situación «un desastre ecológico» que puede terminar con buena parte de la masa arbórea del municipio y con su principal recurso económico.
«Una cosa así no la habíamos visto nunca», asegura Pedro Romero, de 60 años, que lleva toda su vida dedicado a la ganadería, siguiendo la tradición familiar. «Que se sequen encinas es normal. Siempre ha ocurrido, pero de forma esporádica y puntual. Pero nunca habíamos visto tantas y en tan poco tiempo, porque esto empezó en agosto», añade.
Desembocadura del Ibor
El propio ganadero muestra en su todoterreno una de las zonas más afectadas. Es la dehesa de Valdehiguera. Son unos 8 kilómetros por una pista de tierra con subidas y bajadas donde la presencia de encinas secas es una constante.
«Empezamos a ver las primeras matas afectadas en agosto en el valle del Ibor, una vez que entras en el pueblo por el puente de las Veredas -explica-. Pero no sólo son las matas, sino también las encinas adultas o la jara, el arbusto de secano más resistente a cualquier clima y que también está afectado».
¿Puede ser la sequía?
Dada la ausencia de lluvias, es fácil pensar que esta situación podría deberse a la sequía. Romero lo pone en duda indicando con su brazo al frente. Muestra los riberos del Tajo, ya en el término de Belvís de Monroy. Unos árboles están verdes. Al lado hay otro marrones.
«Si fuera por la sequía estarían mal todos los árboles, afirma. Pero aquí se ve un árbol sano, totalmente verde y otro esquilmado, como si le hubieran prendido fuego. Empieza de abajo a arriba. Por la jara y las retamas, va subiendo por el árbol y los extermina. Los queda calcinados. La sequía puede ayudar a que la enfermedad o lo que sea se desarrolle. Pero sequía ha habido más veces y nunca ha ocurrido esto».
Recuerda que la encina es de hoja perenne, con una resistencia enorme, y que está perfectamente aclimatado a esta tierra y a este clima. Por eso, insiste que lo que está ocurriendo «no es normal» y pide que vayan técnicos a Mesas para hacer «un estudio con seriedad y rigor y que esto se pueda atajar, porque como se extienda va a ser un desastre».
De hecho parece que algún experto ya ha estado por la zona, aunque nadie se manifiesta al respecto. Es más, el Ayuntamiento aseguraba desconocer el problema. Si algún vecino les comenta algo, actuarán, dicen desde el Consistorio. Añaden que el pueblo no tiene dehesas municipales y que, por tanto, no han visto nada extraño. Apuntan que la responsabilidad recae en el agente forestal de la Junta de Extremadura.
Este diario ha pedido información sobre el tema a la Consejería de Industria y Medio Ambiente, sin obtener respuesta.
Mientras tanto, el hongo, la enfermedad o lo que sea, sigue su curso, y afecta a miles de árboles según Pedro Romero. Porque no sólo es en Valdehiguera. Dice que todo el término municipal está afectado. «En todo el valle del Ibor hay muchísimo o en los riberos del Tajo, ya en Belvís», señala.
De ahí la preocupación de este inquieto ganadero, técnico agrícola que fue alcalde de Mesas durante doce años. «Es que no es para menos, porque la encina es la única riqueza que tienen estas tierras, muy pobres por su acidez. Como no se tomen medidas para atajarlo, esto se convertirá en un desierto en muy pocos años. No sólo afecta a la ganadería extensiva, que es la que predomina, sino también a la caza, que sería la riqueza alternativa y que se viene explotando y tenía perspectiva de aumentar. Si esto se viene abajo, no nos queda nada».
Romero echa cuentas. Mesas llegó a tener 3.000 o 4.000 cabezas entre cabras y ovejas, y 500 o 600 vacas. Hoy quedarán unas 1.000 ovejas y 150 vacas y la tendencia es a la baja. A su juicio, la situación de la ganadería es «totalmente lamentable. Las personas que se quieren dedicar a ello están ya mayores, se van jubilando y no hay renovación porque la rentabilidad es prácticamente nula. Si eso termina, algo de riqueza podría recuperarse con la caza o con el turismo rural. Pero si quitas la encina, el paisaje, que es el único recurso que tiene Mesas, ¿qué nos queda?».
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