domingo, 26 de octubre de 2003

Cinco localidades crean la mancomunidad de La Jara


Cinco localidades crean la mancomunidad de la Jara
La sede está en Valdelacasa del Tajo y su alcalde, Rafael Jarillo, ejerce como presidente Carrascalejo, Garvín de la Jara, Peraleda de San Román, Valdelacasa del Tajo y Villar de Pedroso son las localidades que componen la mancomunidad Jara cacereña creada formalmente el lunes 20 con el firme propósito de "facilitar más y mejores servicios para las casi 2.300 personas que conviven a lo largo de los 377 kilómetros cuadrados que ocupan las cinco localidades que la componen y que tendrán como presidente a Rafael Jarillo Jarillo, alcalde de Valdelacasa, y como vicepresidente al regidor de Villar del Pedroso, Eduardo Valverde.
En su discurso de bienvenida, Jarillo, que fue elegido por unanimidad, recordó que trabajan desde hace un año en su constitución, que entre sus intenciones está afirmar la identidad de la comarca y hacer una mancomunidad "reivindicativa", por lo que propuso "luchar para que esta zona sea atendida desde las instituciones", al tiempo que pedía a los vecinos su implicación y participación, porque desde la mancomunidad "podemos hacer muchas cosas beneficiosas para todos", informan en una nota.
Así, la primera acción ha sido solicitar sendas entrevistas con el presidente de la Junta y el de la diputación provincial para que "conozcan de primera mano la situación de esta zona, que en muchas ocasiones se encuentra olvidada por parte de las instituciones, debido a que la desconocen". También señalan que pese a ser conscientes de que su posición geográfica (al lado de Campo Arañuelo e Ibores) "tiene consecuencias directas" sobre la situación de abandono que denuncian, también recuerdan que "los vecinos de estas cinco localidades tienen los mismos derechos que el resto de los extremeños a recibir una atención digna".
La mancomunidad prestará los mismos servicios que cualquier otra: recogida de basura, conservación y mejora del medio ambiente, obras o prevención de riesgos laborales.

jueves, 16 de octubre de 2003

Peraleda de San Román, olor a jara


Peraleda de San Román, olor a jara
Calles estrechas y tortuosas, un templo parroquial que adopta el nombre de San Juan Bautista y el complejo arqueológico más importante al norte del Tajo, son las señas de identidad de Peraleda de San Román, entre cuya vegetación destaca la jara y la encina
VICENTE POZAS (16/10/2003)
Vista panorámica de Peraleda de San Román. EL PERIODICO
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La comarca de La Jara es su espacio geográfico natural. Se trata de una zona poco conocida localizada en el extremo este de la provincia, limítrofe con Toledo y con las comarcas de Campo Arañuelo y Los Ibores.
De su vegetación más representativa destaca por su abundancia la jara, que da nombre a la comarca, pero la encina, el alcornoque y el olivo también salpican estas tierras, en las que igualmente se pueden observan cantueso, retama, quejigo, madroño, brezo, helechos (en la sierra de Arrebatacapas en Navatrasierras).
Al hablar de Peraleda de San Román hay que hacer una referencia forzosa a los núcleos de poblamiento prehistóricos que hay diseminados por su término. Como ejemplo, valen las cuevas y el poblado calcolítico de Navaluenga, que se perfilan como uno de los complejos arqueológicos más interesantes al norte del Tajo, no sólo por la abundancia de materiales sino también por los paneles con pinturas y grabados rupestres que alberga, en medio de un paisaje erizado de caprichosas formas labradas por el tiempo en la roca granítica.
ALGO DE HISTORIA
En el siglo XI la población de San Román reunió un importante núcleo mozárabe en torno a una edificación eclesiástica, en la que se profesó culto al santo oriental que dio nombre a la localidad, que no prosperó como municipio hasta el XVI, centuria en la que es absorbida por una alquería vecina llamada entonces Peraleda de Garvín, situada en un lugar mucho más abierto y favorable. No obstante, en el siglo XIX, argumentando las frecuentes confusiones a que da lugar su nombre, solicitan el cambio por el de Peraleda de San Román, a lo que se accede firmando el decreto el entonces general Espartero en 1842.
Sus calles son generalmente estrechas y tortuosas, abundando las plazuelas y solanas, de aspecto cuidado y agradable que proporciona un encanto nostálgico.
De sus edificios religiosos, resaltar la parroquia de San Juan Bautista, construida a base de sillares graníticos labrados y con módulo, salvo en la portada principal, donde se recorta la silueta de otro templo anterior, levantado con aparejo irregular, hasta su coronamiento, donde ostentó una espadaña con arcos de medio punto que han sido cegados al quedar por debajo de la cornisa de la iglesia actual. De las antiguas iglesias sólo quedan restos.
En los alrededores se pueden visitar lugares como peña Castillo, la Canchera de la Atalaya o el Castillo de Alija. Además, a la derecha del camino que unía el Castillo con Talavera la Vieja hay un grabado de herradura combinado con otros motivos cruciformes que se suponen añadidos con afán cristianizador. El camino estaba enlosado.

lunes, 13 de octubre de 2003

Carrascalejo y la herencia medieval


Carrascalejo y la herencia medieval
Esta localidad ha sido escenario de distintos episodios bélicos durante la Edad Media; acontecimientos históricos que han modelado una rica arquitectura popular en un término municipal que deja entrever claros ejemplos de la influencia toledana
Entrada a la localidad, donde se puede contemplar al fondo la iglesia, de los siglos XVII y XVIII. EL PERIODICO (13/10/2003)
Entrada a la localidad, donde se puede contemplar al fondo la iglesia, de los siglos XVII y XVIII. E
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Pequeño pueblo situado a los pies de la Sierra de Altamira, el término presenta una topografía ondulada y un relieve montuoso y quebrado.
Para hallar los orígenes de este pueblo, hay que indagar en la Edad Media, y directa o indirectamente, hay que nombrar a Toledo y a los árabes.
Durante ese dominio, hubo algunos lugares aislados de esta zona que fueron habitados por los musulmanes: incluyendo la Jara toledana, con importantes asentamientos de mozárabes, renegados, muladíes y bereberes; y en menor medida, en la Jara cacereña: el propio nombre (Xara) así lo confirma.
Lógicamente al hablar de Carrascalejo, hay que hacerlo del Castillo de El Marco, situado en la sierra de Carrascalejo, el cual protegía a Castros por el sur, siendo su avanzadilla en las montañas. Es una obra de origen bereber, prototipo de su arquitectura militar; aunque a pesar de su valor, es muy desconocida. Estaba formado por una puerta con un arco de herradura, franqueada por dos torres, y en su interior una almenara circular. En los siglos XI y XII tiene lugar la última fase de la Reconquista en la comarca. A finales del siglo XII se mencionan: El Torreón de Garvín (siguiente núcleo que se fundó), con Almorox (junto al arroyo Pedroso), La Oliva, El Espejel, Torrelamora (cercanías de Carrascalejo), Aldehuela y El Carrascal.
Estas dos últimas aldeas darían lugar a Carrascalejo, cuyo nombre deriva de su origen medieval, cuando fue fundada por apicultores de Talavera de la Reina en un carrascal de la cara norte de la Sierra de Altamira, junto al camino de peregrinación a Guadalupe. Los mozárabes toledanos tendrán mucho que ver con estos primeros asentamientos, ya que repoblaron esa zona: sobre todo los colmeneros, carboneros y ganaderos.
Este pueblo fue, durante la Guerra Civil, a lo largo de 1936-1939, zona de frente de combate, motivo por el cual constituye una de las poblaciones cacereñas que más sufrió los efectos de la contienda y la única momentáneamente recuperada por la República tras la estabilización de las líneas. El cultivo principal es el olivo y, por consiguiente, su exquisito aceite. La ganadería ha disminuido considerablemente, si bien existe la ganadería ovina, caprina y vacuna.
Hay que destacar su iglesia parroquial de los siglos XVII-XVIII y una zona de ocio con piscina, pista polideportiva, terraza-restaurante y varios bungalows; todo ello situado en una amplia zona natural con merenderos y barbacoas, donde se puede disfrutar de una estancia muy agradable.
Es un pueblo acogedor, tranquilo e ideal para pasar unas vacaciones disfrutando del contacto permanente con la naturaleza.

viernes, 26 de septiembre de 2003

Navalvillar de Ibor, asentada en el río


Navalvillar de Ibor, asentada en el río
Los quesos y los bordados de lagartera dan fama a Navalvillar, cuyos orígenes no están muy claros, aunque se sabe que ya en 1293 se hacía referencia a la misma en unos documentos hallados en Valladolid. Su principal monumento es la iglesia de Santa Escolástica
VICENTE POZAS (25/09/2003)
Vista panorámica de Navalvillar de Ibor en una imagen de archivo. EL PERIODICO
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Navalvillar es conocida por sus famosos quesos con denominación de origen y sus bordados de lagartera. Situada en una de las laderas de la sierra de Las Villuercas y sobre el mismo río Ibor, su iglesia parroquial es del siglo XVI y tenía un interesante retablo gótico con algunas pinturas realizadas sobre tabla robado hace 30 años.
Es un pueblo agrícola y ganadero, circunstancia ésta que se da en muchas de las poblaciones de esta comarca, de la que se desconoce la fecha exacta de su fundación, siendo la referencia más antigua la encontrada en un documento fechado en Valladolid el 15 de mayo de 1293, durante el reinado de Sancho IV el Bravo, según el cual, y con motivo de un resarcimiento hacia la ciudad de Talavera, aquél concede tres dehesas a dicha ciudad, que a su vez su abuelo Fernando III había otorgado antes proindiviso, siendo una de ellas, la tercera, la situada en el Castrejón de Ibor.."hacia el Navalvillar y La Avellaneda..".
No se citan los lugares como poblaciones, pero es más que probable que su gestación se hallase cercana vinculándose al deseo de los reyes de crear establecimientos seguros, sobre todo en zonas como estas, cuya despoblación alentaba el bandidaje.
OTROS DOCUMENTOS
Más tarde, el nombre de Navalvillar aparecerá de nuevo en las Relaciones Topográficas como avecindado de Castañar y en un libro sellado en 1570 del archivo de Robledollano, donde se podía leer: "este pueblo era venta y servía a las gentes trashumantes que venían a esta zona desde el puente del Conde, y que estos con frecuencia se colaban por las sierras de La Avellaneda y Castañar", por donde algunos eruditos como A. Blázquez y F. Coello intentaban hacer pasar la vía romana conocida como el trazado señalado en el itinerario antoniniano y el en Anónimo de Rávena. Este tramo, rebatido y demostrada su imposibilidad, si bien no sirvió en la antigüedad para un tránsito regular de carros, fue útil para el paso de los ganados, que una vez pasado el contadero del puente del Búho o Las Veredas se dispersaban por estos pagos para entrar en las dehesas de Trujillo, sirviendo ocasionalmente algunas ventas para concentrar la escasa población de estos contornos, que acabaría naturalmente por formar poblaciones en los Ibores como Castañar y Navalvillar, en la senda natural hacia los pastos de la Villuerca Baja o de la Siberia extremeña.
De su patrimonio destaca la parroquia de Santa Escolástica, del siglo XVI, que ha sido totalmente reconstruida. La forman dos cuerpos, nave y cabecera, separada por un arco y cubierta de techos planos. Posee una torre campanario a los pies, su entrada principal, está realizada en arco.

jueves, 25 de septiembre de 2003

Navalvillar de Ibor, asentada en el río


Navalvillar de Ibor, asentada en el río
Los quesos y los bordados de lagartera dan fama a Navalvillar, cuyos orígenes no están muy claros, aunque se sabe que ya en 1293 se hacía referencia a la misma en unos documentos hallados en Valladolid. Su principal monumento es la iglesia de Santa Escolástica
VICENTE POZAS (25/09/2003)


Navalvillar es conocida por sus famosos quesos con denominación de origen y sus bordados de lagartera. Situada en una de las laderas de la sierra de Las Villuercas y sobre el mismo río Ibor, su iglesia parroquial es del siglo XVI y tenía un interesante retablo gótico con algunas pinturas realizadas sobre tabla robado hace 30 años.
Es un pueblo agrícola y ganadero, circunstancia ésta que se da en muchas de las poblaciones de esta comarca, de la que se desconoce la fecha exacta de su fundación, siendo la referencia más antigua la encontrada en un documento fechado en Valladolid el 15 de mayo de 1293, durante el reinado de Sancho IV el Bravo, según el cual, y con motivo de un resarcimiento hacia la ciudad de Talavera, aquél concede tres dehesas a dicha ciudad, que a su vez su abuelo Fernando III había otorgado antes proindiviso, siendo una de ellas, la tercera, la situada en el Castrejón de Ibor.."hacia el Navalvillar y La Avellaneda..".
No se citan los lugares como poblaciones, pero es más que probable que su gestación se hallase cercana vinculándose al deseo de los reyes de crear establecimientos seguros, sobre todo en zonas como estas, cuya despoblación alentaba el bandidaje.
OTROS DOCUMENTOS
Más tarde, el nombre de Navalvillar aparecerá de nuevo en las Relaciones Topográficas como avecindado de Castañar y en un libro sellado en 1570 del archivo de Robledollano, donde se podía leer: "este pueblo era venta y servía a las gentes trashumantes que venían a esta zona desde el puente del Conde, y que estos con frecuencia se colaban por las sierras de La Avellaneda y Castañar", por donde algunos eruditos como A. Blázquez y F. Coello intentaban hacer pasar la vía romana conocida como el trazado señalado en el itinerario antoniniano y el en Anónimo de Rávena. Este tramo, rebatido y demostrada su imposibilidad, si bien no sirvió en la antigüedad para un tránsito regular de carros, fue útil para el paso de los ganados, que una vez pasado el contadero del puente del Búho o Las Veredas se dispersaban por estos pagos para entrar en las dehesas de Trujillo, sirviendo ocasionalmente algunas ventas para concentrar la escasa población de estos contornos, que acabaría naturalmente por formar poblaciones en los Ibores como Castañar y Navalvillar, en la senda natural hacia los pastos de la Villuerca Baja o de la Siberia extremeña.
De su patrimonio destaca la parroquia de Santa Escolástica, del siglo XVI, que ha sido totalmente reconstruida. La forman dos cuerpos, nave y cabecera, separada por un arco y cubierta de techos planos. Posee una torre campanario a los pies, su entrada principal, está realizada en arco.

sábado, 20 de septiembre de 2003

Bohonal de Ibor, de pasado romano


Bohonal de Ibor, de pasado romano
A orillas del río Tajo y de herencia romana, la localidad destaca por poseer unos de los templos que formaban parte de la antigua Augustobriga, Talavera la Vieja, hoy bajo las aguas del pantano de Valdecañas. Su arquitectura y su gastronomía son únicas
VICENTE POZAS (19/09/2003)
Panorámica de la localidad cacereña de Bohonal de Ibor. EL PERIODICO
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Las orillas del Tajo estuvieron bastante pobladas durante la prehistoria, especialmente durante el neolítico y calcolítico, como se demuestra con los numerosos dólmenes que se conservan en su término. En un principio los vecinos vivían en Alija, que se despuebla y parte de sus moradores fundan Bohonal, otros harían lo mismo con Talavera la Vieja, tras la Edad Media.
Su historia se ha destacado por los numerosos pleitos entre los condes de Montijo y el municipio para delimitar la propiedad de la dehesa de la Retuerta y casi todo el término actual: el noble cede el uso de estas tierras a los vecinos a cambio de una cantidad en trigo y cebada (dos fanegas de cada especie por cada yunta de labor). Tras numerosos litigios, en 1930 se soluciona el problema con la compra de las tierras al conde.
Recientemente, bajo los niveles de la ciudad romana, se han constatado otros niveles de poblamiento que corresponden a momentos del bronce final y el periodo orientalizante. El primero de ellos se percibe a través de una serie de elementos materiales, como fíbulas de codo y cerámica con tratamientos escobillados.
El segundo, mucho mejor consolidado, presenta un nivel de ocupación con restos de viviendas construidas a base de cantos rodados que dibujan formas cuadrangulares y rectangulares. Sus restos materiales, cerámicas bruñidas en su mayoría, mantienen sobre todo fuertes paralelismos con poblados de la cultura tartésica que florecieron a partir del siglo VIII antes de Cristo, con lo que Talavera la Vieja, dentro del término municipal, se convierte en uno de los núcleos más septentrionales de esta cultura.
LA RIQUEZA DE LOS RESTOS
Sus restos históricos son muy ricos, el más conocido es el de unos de los templos que formaban parte de la antigua Augustobriga, Talavera la Vieja, hoy bajos las aguas del pantano de Valdecañas. Sobre el río Ibor se sitúa el medieval puente de Las Vereas.
Pero además hay que fijarse en la multitud de dólmenes que hay repartidos por este territorio como el del Gambute que separaba cuatro términos municipales, el dolmen de los Labrados, el del Alisar, el de Las Murcias, el del Horquillo o el del Pibor que ofrecen todo un abanico de conjuntos megalíticos, aunque algunos de ellos estén en estado ruinoso.
De su patrimonio religioso, destaca la iglesia de San Bartolomé, del siglo XVI. El exterior del edificio es de sobria arquitectura, con contrafuertes exteriores que enmarcan dos puertas laterales abiertas con un sencillo arco de medio punto. Consta de una nave única que se separa de una larga cabecera con ábside poligonal mediante un arco de medio punto, que da paso a una bóveda de dos tramos.

martes, 16 de septiembre de 2003

Valdelacasa, Ventana a Altamira


La repoblación cristiana hizo posible la fundación de esta localidad, situada junto a una llanura y la sierra de Altamira. Conserva dólmenes prehistóricos, un becerro y núcleos de población romana. Destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción

VICENTE POZAS (16/09/2003)

El territorio está dominado por una sierra muy erosionada, la de Altamira, formada en su base por pizarras y en la cima por masas de cuarcita, con un perfil alomado, de líneas redondeadas y suaves. En este pueblo se encuentran los altos del Camorro, Risco Romero, Collado Montero y Corral de las Yeguas. Más abajo se llega a una llanura central, cubierta generalmente por pizarra y cuarcita.
En cuanto a los árboles, la encina y el olivo copan el mayor espacio, dejando algunas piezas a los chaparros, alcornoques, enebros, álamos blancos, castaños y algún nogal. El carboneo principalmente, así como las formas agresivas de cultivo, despejaron el paisaje de árboles. Toda la fauna se centra en la sierra de Altamira, que ya era citada en los libros de monterías de Alfonso XI, en la que se cazaban abundantes Osos.
LOS DOLMENES
Los orígenes de Valdelacasa del Tajo corren paralelos a los del Villar del Pedroso, con un marco prehistórico representado por los dólmenes del Tesoro y las Atalayuelas, y la figura de un verraco muy deteriorado que se conserva en el corral de un vecino de la localidad. Se conocen, además, varios núcleos de población romana en Los Villares, en las cercanías de la Posada del Rey, en Navalapicaza y tal vez en el mismo núcleo urbano de Valdelacasa, si se tienen en cuenta las inscripciones descubiertas correspondientes a este periodo.
En los primeros compases de la Edad Media su población quedó repartida en torno a la fortaleza de Espejel en el Tajo, hasta que las fronteras con el Islám se consolidan en una estrecha franja de Andalucía. Entonces la repoblación cristiana hará posible la fundación de núcleos como el de Valdelacasa en la llanura central, que pasa a configurarse como uno de los núcleos más importantes del territorio. Fiel reflejo de su situación y su humilde economía son los escasos pero bien proporcionados monumentos.
Así, dentro de su patrimonio destaca la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, un edificio realizado, esencialmente en mampostería, pero con presencia de sillarejo en uno de sus muros. Su única nave está estructurada en tres tramos, separados por arcos fajones de medio punto que se han cubierto por una techumbre moderna. El coro a los pies, se levanta sobre el arco carpanel y bóveda de cañón con lunetos.
El templo tiene dos portadas, una de ellas cegada. La del lado sur, abierta, es adintelada y protegida por un pórtico. Del interior destaca fundamentalmente la capilla del Cristo y la sacristía, pieza que conserva el artesonado que cubría originalmente el templo parroquial. No hay otras piezas de interés artístico.

lunes, 11 de agosto de 2003

Villar del Pedroso, lugar de acogida


Villar del Pedroso, lugar de acogida
La localidad posee yacimientos del paleolítico que fueron sus primeros asentamientos. Más tarde, recibió a los Vettones y a los romanos que también dejaron su impronta en la zona. El pueblo además conserva una gran prosperidad en sus casas y templos
Vista de la calle de la localidad donde se sitúa la iglesia de San Pedro CEDIDA (11/08/2003)
Vista de la calle de la localidad donde se sitúa la iglesia de San Pedro CEDIDA
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La comarca de la Jara, situada al noreste de la provincia de Cáceres, forma parte de una verdadera unidad geográfica, escindida administrativamente desde 1.833 de las provincias de Toledo, Ciudad Real y Badajoz. Abarca los términos de Villar del Pedroso, Carrascalejo de la Jara, Navatrasierra, Garvín, Valdelacasa de Tajo, Peraleda de San Román y Talavera la Vieja.
Los primeros registros de asentamientos en la comarca de la Jara se remontan al Paleolítico Inferior y Medio, con yacimientos localizados en torno a las terrazas del Tajo que se formaron sobre la raña de Talavera la Vieja, único lugar del río en su recorrido por la comarca, donde se abre para dar paso a una extensa planicie.
Las tierras del Villar fueron transitadas en la antigüedad por antepasados Vettones que dejaron como testimonio varias esculturas de toros y verracos. Dos en la Oliva, uno en el valle del Verraco y otros dos en la misma población. Más tarde los romanos colonizaron el territorio distribuyendo sus explotaciones por el mismo; una inscripción romana que sirve como jamba a una de las casas de la localidad recuerda que el lugar de origen de muchos de aquellos colonos fue la vecina Augustóbriga, enclave protagonista de la organización del territorio en esta época. Especialmente significativo fue el asentamiento de La Oliva, donde se hallaron varios sepulcros e inscripciones funerarias.
ORIGENES DEL MUNICIPIO
Como municipio, El Villar hunde sus raíces en el siglo XI, cuando colonos destacados de Talavera de la Reina se asientan en las márgenes del arroyo Morcillo, en la Oliva y en el solar que ocupó la Ermita de San Blas.
Más tarde, en virtud de un privilegio concedido por Fernando III al Concejo de Talavera la población se fue concentrando en alquerías próximas el lugar que hoy ocupa la localidad cacereña, muy cerca de los arroyos Cagancha y Pedroso.
La edificación de la parroquia nuclearizo a la población que acabó prefiriendo el pago del Villar como lugar de asiento.
Su proximidad al cordel de Merinas y al camino de Guadalupe le aportó una prosperidad que se refleja en sus casas y templos, los de mejor construcción de esta zona jariega, denominando en alguna ocasión a la iglesia como la catedral de la comarca.
De su patrimonio sobresale la Iglesia parroquial de San Pedro, un edificio de planta rectangular y tres naves construidas en sillares de granito. Su construcción finalizó hasta el XVII, de su interior hay que hablar de los dos retablos del XVII decorados con azulejos talaveranos, uno de ellos cobija una epístola con cinco lienzos y un banco decorado con motivos navideños.

domingo, 13 de julio de 2003

Castañar de Ibor, arroyos y fuentes


Castañar de Ibor, arroyos y fuentes
La localidad se fundó originariamente para defenderse de los bandidos que habitaban las sierras cuando la trashumancia marchaba por las serranías hacía Orellana la Vieja, pero pronto los pobladores descubrieron la riqueza mineral del subsuelo de este paraje
VICENTE POZAS (12/07/2003)
Calle de la localidad cacereña de Castañar de Ibor. EL PERIODICO
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La primera referencia fiable sobre esta población aparece en las Relaciones Topográficas de Felipe II, del año de 1.578, que están recopiladas en varios tomos que hacen referencia al Reino de Toledo. En ellas se hace mención al nombre original de la población que, al parecer, era El Castañal.
Castañar de Ibor no siempre ha pertenecido a Extremadura, ya que su jurisdicción y término pertenecieron a Talavera de la Reina, de la provincia eclesiástica arzobispal de Toledo. Por ello, su alcalde, regidores y mayordomo eran nombrados por el pueblo de de Castañar pero con la aprobación de Talavera. Además, no poseía encomienda ni tenía escudo.
La localidad fue fundada por Fernán Pérez hacia el final del siglo XV. Se dice que el evento fundacional tuvo lugar 180 años antes, en torno a 1.498. Apoca en la que se había fundado el Honrado Concejo de La Mesta y en los que las sierras de Las Villuercas y Los Ibores eran refugio de bandidos, de los que había que defenderse. Esta era una de las rutas de la trashumancia, que atravesaba las serranías hacia Orellana la Vieja. Este parece ser el origen de la localidad: la necesidad de defender a las cabañas de ganado del ataque de los bandoleros de la zona.
ACTIVIDAD INDUSTRIAL
De la riqueza de sus tierras da cuenta el hecho de que existan documentos que hablen de actividad minera hacia el año 1.670. Mas tarde, el duque de Alba, propietario mayorista de estos territorios, impulsó una pequeña industria, explotando las ferrerías del río Ibor. Existen documentos que hablan de explotación minera y sociedades hacia mediados del siglo. XIX, sobre todo de plomo argentífero.
Hoy uno de sus grandes tesoros está en el subsuelo. Se trata del monumento natural de la cueva de Castañar de Ibor, descubierto por un agricultor en 1.967 cuando araba con su mula y ésta se hundió en el suelo; la cueva es única en su género por sus cristalizaciones. Junto a la cueva se ha construido un centro de interpretación que contiene maquetas, vídeos y todo tipo de paneles explicativos sobre la cueva y la comarca de Ibores.
Del resto de su patrimonio destaca el pequeño poblado de La Avellanada, del siglo XVI, restaurado hace unos años; las pinturas rupestres del Aguazal, del III al I milenio a.C.; el Torreón de los Moros, un eremitorio islámico del s. XI; el Castillejo, en lo alto del cerro del mismo nombre, una fortaleza y poblado islámico de los siglos X al XII. En el caso urbano, de su arquitectura religiosa, cabe destacar la ermita de San Benito Abad, del siglo XV, donde sobresale la imagen del Cristo de la Avellaneda y otra de un Cristo crucificado, además del majestuoso altar y los cuadros.

jueves, 3 de julio de 2003

Peraleda, un conjunto paleolítico

Peraleda, un conjunto paleolítico
El conjunto arqueológico del dolmen de Guadalperal hace de Peraleda una de las estaciones paleolíticas más importantes de la región, y pese a que hoy sólo puede verse cuando desciende el agua del embalse Valdecañas no deja de ser uno de sus símbolos
VICENTE POZAS (03/07/2003)
Constituye Peraleda un importante asentamiento paleolítico, como pone de manifiesto el excepcional monumento dolménico de Guadalperal, del III y II milenio a.C. Este conjunto arqueológico se encuentra a unos cinco kilómetros, en el camino que comunicaba la orilla del Tajo con Talavera la Vieja, por lo que su cercanía a las aguas del río hace que sólo se pueda ver cuando desciende el agua del embalse de Valdecañas. Se trata de un sepulcro de gran tamaño del que se conservan 140 piedras en pie y que, se cree, era un enterramiento de carácter colectivo.
Los romanos, por su parte, también dejaron su huella en asentamientos cercanos a Valparaíso y a la Vega de Alarza, un lugar donde los monjes Bernardos, procedentes del madrileño monasterio de Valdeiglesias, fundaron en el siglo XII la granja de Santa Cruz. El convento tuvo una de las ermitas- oratorio más antiguas de la comarca, aunque se arruinó en el siglo XIX tras la desamortización. También quedó cubierta por las aguas de Valdecañas en los años sesenta.
No obstante, los restos que sí se conservan son los de Valparaíso o Lugar Nuevo, tercera localidad de la Campana de la Mata, abandonada a comienzos del siglo XVIII. Su estratégica situación, en medio del antiguo camino de Madrid a Lisboa, hizo que se la disputasen los señores de Valverde y Oropesa, quedando en manos de estos últimos. La única huella que queda de su paso por la historia es su iglesia, ahora destruida, construida a mediados del XV. La Campana era una especie de Consejo, una organización jurídico administrativa, que se puede considerar el embrión de las actuales mancomunidades, y a la que pertenecían: Navalmoral, Peraleda, Millanes, Malhincada ( población ya desaparecida) y Santa María.
ALGUNOS MONUMENTOS
Destaca la iglesia de Santa María, importante porque fue lugar de reunión de los ayuntamientos de la Campana, cuando se arruinó el primitivo consistorio; allí se decidió que había que emanciparse de Plasencia, por lo que las cinco poblaciones pasaban a tener jurisdicción y categoría de villas. Peraleda es villa desde mediados del siglo XVII, fecha en la que quedó como eje de una amplia jurisdicción, ya que alcanzó mayor progreso que el resto de pueblos.
Sus calles se conforman alrededor de una plaza semiporticada de balcones abiertos y protegidos con barandillas de madera entre las columnas que sujetan la techumbre. Sus casas son sencillas, aunque se pueden ver algunos ventanales esquinados, soportales con columnas y portalones con cubierta a dos aguas. Sobresalen también las ermitas del Cristo de la Humildad y San Vicente, la iglesia de Santiago o los puentes de Valparaíso y la Bomba.