domingo, 18 de junio de 2006

«Al principio de trabajar, hace 50 años, me pagaban con cuartillas de trigo»

Cuando Víctor García Martín empezó a cortar el pelo y afeitar en su pueblo natal, Bohonal de Ibor, le pagaban con cuartillas de trigo, ya que hace 51 años el dinero precisamente no abundaba. Hoy, a poco más de un año para la jubilación, todavía habla con pasión de la única profesión que ha tenido en su vida, la peluquería.


-¿Qué era eso de las cuartillas?
-Entonces existían las igualas, por las que mucha gente pagaba en especies porque no había dinero. Se cobraba una cuartilla de trigo al año por cortar el pelo una vez al mes y afeitar una vez a la semana. Todavía tendrá por ahí la lista de algunos igualados.
-¿Cómo empezó en este oficio?
-Con 13 años y voy para 64. Mis padres se fueron a trabajar a Madrigal de la Vera, al canal de Rosarito, y me pusieron de aprendiz, que era lo que se hacía entonces. Pero la verdad es que también me gustaba. Estuvimos tres años, y al volver al pueblo, con solo 13, puse mi propia peluquería, que tuve hasta que me fui a la mili.
Eso sí, abría solo por la noche, porque por el día había que trabajar en el campo.
-Y después a San Sebastián...
-Se fue la familia y al licenciarme me fui con ellos, y tuve la gran suerte de entrar en una de las mejores peluquerías que había, donde me pulí y me hice peluquero. Estuve 15 años, hasta que me establecí por mi cuenta.

En Lasarte, donde todavía está la peluquería, que tenemos alquilada.
-Por último recaló en Navalmoral, abriendo la peluquería Hermanos Martín...
-Fue en el 83 o el 84. Hace más de 20 años. Tengo que agradecer al pueblo y a todos los clientes que tengo que me acogieron muy bien y supieron valorar mi trabajo.
-Cinco décadas dan para muchas vivencias...
-Te puedes imaginar. Me acuerdo de una emigrante andaluza, en los años 60, que al llegar a San Sebastián llevó al niño a la peluquería, y allí el nivel económico era mucho más alto. Le costó 25 pesetas. Al acabar y decirle el precio le dijo al niño que diera un besito al maestro, que no volvería a cortarse el pelo hasta que volviera de la mili.

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